La historia con iniciales de cansancio, que a cada uno le parece única, irrepetible, diferente. Es la historia de la falta de tiempo para estar juntos. La historia de tener que luchar por el futuro. Y él no entiende porque una es tan dramática. Y él no entiende porque una le da tanta importancia a cosas pequeñitas como el olvido de servir agua en el vaso. Y una lo ve un monstruo frío, sin compasión, ni sentimiento. Y él la ve a una imposible, incapaz de aceptarlo, de conocerlo.
Y el orgullo de ambos, el empecinamiento, la fatiga, las heridas constantes van dibujando un limite que separa...; primero puntos suspensivos, como los de los mapas; después un hilo de agua, por fin, una montaña.
¿Y dónde están los que una vez sintieron que no podían vivir separados ? ¿Donde están los que temblaban cuando sus manos se rozaban apenas ? ¿Donde, los que recibían la madrugada conversando? Allí, a cada lado de la montaña, solos. Cuestión de dar un paso y voltearla. Cuestión de hacer caer la piedra con los llantos. Cuestión de derivar el curso de los ríos para que la echen abajo.
Solo bastó que yo le entregara mis ojos mansamente y lo dejara mirarme en ellos. Que floreciera mi ternura. Que dejara fluir naturalmente mis palabras, mis pensamientos, mis ganas.
Por este hombre de voz pausada y ojos comprensivos, conozco la felicidad, la paz, a una permanente construcción.
A un encuentro en el que nos reconocemos y nos necesitamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario